
Una lluvia inofensiva
La lluvia cesó y la gente salió de los portales donde se había resguardado. Se oían continuos ruidos provocados por las personas que pisaban sobre los enormes charcos que se habían formado. Ella había tenido la suerte de poder llegar a su casa minutos antes de que comenzara aquel diluvio. Desde su pequeña ventana pudo observar como el caos se fue apoderando de la ciudad. Incluso pudo saber de un accidente que ocurrió cerca de su casa. No lo pudo ver, pero si que pudo oír el desagradable ruido de un auto golpeando a otro. En realidad, se alegró de no haberlo podido ver y deseó que no hubiera sido nada grave.
También pudo presenciar desde su habitación como un niño llamaba desesperadamente a sus padres. Por suerte, ellos aparecieron de inmediato y lo recogieron. Podía escuchar continuamente el sonido que emitían las sirenas de los camiones de bomberos. También se oían con frecuencia a unidades de policía y ambulancias. Lo que mas le impactó fue ver a los vendedores ambulantes de comida intentando poner a salvo su valiosa mercancía. Aquella situación le trajo algunos de recuerdos de años atrás cuando ella misma había salido a vender alimentos a la calle.
Una vez que terminó la tormenta y las cosas volvieron lentamente a la normalidad, la mujer cayó en la cuenta de lo fácil que era pasar de una situación tranquila a otra de emergencia. En pocos minutos, una lluvia inofensiva se había llevado la calma de todos los habitantes de la ciudad. Pensó que lo que al ser humano le costaba décadas construir y perfeccionar, podía ser tranquilamente barrido en pocos instantes. Al final, concluyó que las situaciones de estabilidad permanente no existían. Solo era una cuestión de tiempo que por alguna circunstancia todo volviera a ser diferente e inquietante.