
Maletín de acero
Contaron de nuevo todas las piezas. No faltaba ninguna. Las metieron en un pequeño maletín de acero. Lanzaron una moneda al aire para decidir quien se encargaría de guardar dicha maletín. Le tocó al mas joven de los dos. Sin despedirse, se levantaron de la mesa y cogieron caminos diferentes.
El hombre que se quedó con el material se dirigió los mas rápido posible hacia el hotel donde se hallaba alojado. Llegó a la recepción y se metió en el ascensor procurando no llamar la atención de nadie. Cuando llegó a su planta, salió con precaución del elevador y se dirigió a su habitación a través del pasillo. Antes de abrir la puerta de la estancia, miró hacia los lados para comprobar que no le seguía nadie.
Pasó su teléfono por el escáner para desbloquear la cerradura y empujó la puerta suavemente. La luz se encendió automáticamente. Entró muy despacio y cerro la puerta tras de sí. Revisó el baño y luego el dormitorio. Todo estaba en orden. Abrió la caja fuerte del armario y colocó el maletín dentro. Había espacio justo para que pudiera caber. Cerró la caja fuerte de nuevo. Se sentó en la cama y dio un gran suspiro de alivio.
Fue a escribirle a mensaje a su compañero por teléfono para decirle que el maletín de acero ya estaba guardado, pero se le pasó por la cabeza que alguien de alguna manera podía interceptar el mensaje. Tampoco era una buena idea bajar a la recepción a tomar algo porque tenía ser lo mas discreto posible. Así que pensó que lo mejor era cenar alguna cosa y acostarse lo mas pronto posible. Sacó algo de comida que tenía guardada en la mininevera. Mientras comía observaba la calle a través de la ventana de su hotel y se preguntaba cuánto tiempo más se iba a prolongar aquella operación. Ya tenía ganas de llevar una vida normal de nuevo.