
Los trámites
Al final de la calle encontró el edificio que estaba buscando. Subió los escalones que conducían a la entrada deseando llegar para hacer sus trámites y terminar lo más rápido posible. Empujó el enorme portón pero este no cedió. Lo intentó con una poco de mas de energía y volvió a fracasar. Entonces se fijó en el cartel con los horarios de atención al público y descubrió para su sorpresa que el edificio estaba cerrado.
Sintió un remordimiento porque varios familiares le habían advertido de que fuera cuanto antes a arreglar aquella situación. Sin embargo, él había hecho caso omiso y había dejado que pasaran semanas enteras creyendo que lo podría hacer en el último momento y no pasaría nada. Su asunto había pasado de ser una cosa que se podía resolver en calma a ser algo de carácter urgente. Necesitaba realizar esos trámites para poder continuar con las siguientes fases de su proyecto. Volvió a mirar el horario que estaba en el puerta. Al día siguiente el edificio volvería a estar abierto. El problema era que los funcionarios trabajaban ese día solo hasta el mediodía y él no podía ir por la mañana ya que tenía que estar en su lugar de trabajo. Tampoco podía mandar a otra persona porque tenía que estar él presencialmente a lo hora de presentar los documentos.
Una sensación de impotencia se apoderó de su ser. Bajó las escaleras cabizbajo y caminó por la calle en dirección a su casa. Su teléfono sonó y escuchó la voz de su hermano preguntándole que tal le había ido con sus trámites. Él respondió con voz apesadumbrada que no había podido hacer nada porque el edificio estaba cerrado. Su hermano lo regañó y le recordó que ya se la había dicho hace mucho tiempo. Él escuchó en silencio porque sabía que tenía razón. No tenía ningún argumento para defenderse.