
Los globos
Decidió ponerse a inflar las globos para la fiesta. Cogió uno verde y se puso a soplar hasta que estuvo lleno. Sostuvo su cuello con el dedo índice y el pulgar para que no se le escapara el aire y lo miró detenidamente. Pensó que todavía lo podía inflar un poco más sin que existiera el riesgo de que reventara. Sopló un poco más. Volvió a mirar aquel objeto y quedó satisfecho. Le hizo un nudo y lo puso sobre la mesa. Cogió un globo rojo y se puso a soplar de nuevo. Cuando estaba terminando de inflarlo se sintió algo mareado. Se sentó en el sillón que había junto a él. Sabía que estaba fuera de forma pero no se había imaginado que caería rendido ante el mínimo esfuerzo. Se le ocurrió que sería una buena idea practicar su respiración con globos todos los días.
Dejó el inflado para el final. Sacó las cintas de colores de las cajas y las fue colgando del techo de forma espontánea. Le llevó bastante tiempo porque había bastantes unidades. Al terminar, salió de la sala para ver desde una perspectiva mejor como habían quedado los adornos. Le pareció que estaban bien pero todavía se podían hacer unos retoques para dar una mejor impresión. Después de la cintas, venía la tarea de llenar las paredes y las ventanas con los carteles de celebración. Aquello no le llevó mucho tiempo porque ya había pensado en como ponerlos. Poco a poco su sala iba quedando arreglada para transmitir el ambiente festivo que deseaba.
Oyó como se abría la puerta de su vivienda. Se dió la vuelta y vio que era su padre. Este traía las cosas de picar y los refrescos que había prometido. El hombre se sintió aliviado al pensar que alguien le ayudaría a inflar los globos que le quedaban.