
Los cereales
Sacudió ligeramente la bolsa de cereales con la esperanza de que surgiera alguna chispa de chocolate, pero la realidad es que ya se las había comido todas. Ahora solo quedaba el maíz. Vio en aquel paquete un paralelismo con su propia vida. Tenía la sensación de que ya había logrado todos los objetivos posibles. Cada vez le costaba más sorprenderse con alguna cosa y cuando lo hacía, la expectación le duraba muy poco tiempo. Se veía obligada a comerse los desabridos y aburridos copos de maíz todo el tiempo.
Se le ocurrió que podía darle la vuelta al paquete para ver si realmente quedaban cosas maravillosas por descubrir. El problema era que un cambio completo de vida a aquellas alturas le costaría un esfuerzo tremendo en todos los sentidos. Y no había ninguna garantía de que al final funcionara aquello. Además, cabía la posibilidad de que al girar la bolsa por completo se le escaparan todos los copos. Entonces se encontraría en situación peor. Decidió pensar en otra cosa. Se planteó ir al mercado y conseguir otro paquete de cereales. Sin embargo, esto también sería una decisión radical porque estaría desaprovechando los que tenía ahora.
Con tantos pensamientos profundos se le estaban quitando las ganas de desayunar. Eso se sumaba a la escasez de pepitas de chocolate. Decidió que lo mejor sería terminarse lo más rápido aquel paquete para poder comprarse otro, pero con el nuevo no cometería el mismo error. Buscaría uno que tuviera mas chocolate que maíz. Se dirigió a su nevera y sacó la leche de nuevo. A continuación rellenó su taza hasta la mitad y dejó caer lentamente el contenido del paquete mientras observaba como el maíz hacía subir la leche. Entonces, vio deslizarse una de aquellas escasas chispas junto a los copos y quedar enterrada de inmediato. Se dijo que ahora si valía la pena desayunar y se puso a comer con avidez esperando que la dulzura estimulara su paladar.