Las pilas
El secundero del reloj de la cocina se había quedado en la zona de las nueve. El hombre veía que seguía luchando por subir pero permanecía en el mismo sitio. Entonces se puso a buscar unas pilas nuevas para reemplazar a las agotadas. Encontró unas usadas en un cajón y pensó que tal vez servirían. Descolgó el viejo reloj de la pared y quitó la tapa del compartimento de las pilas. Sacó las desgastadas pilas y puso las que acababa de encontrar. El sonido de las agujas le confirmó que el reloj había vuelto a la vida, así que lo colocó de nuevo en su sitio.
En un instinto reflejo fue a tirar las pilas agotadas a la basura pero de inmediato se acordó de que aquello podía ser perjudicial para el entorno. Las colocó encima de la nevera para llevarlas posteriormente al supermercado porque sabía que allí había un lugar donde depositarlas. A continuación, el hombre cogió una escoba con las cerdas muy desgastadas y se puso a barrer su cocina porque habían restos de pan por todos lados. A veces le daban ganas de dejar de comer pan con tal de no ensuciar tanto pero luego se olvidaba de nuevo.
Cuando terminó con la cocina, decidió continuar con el pasillo. Estuvo entretenido durante un buen rato hasta que ya no quedaba nada por barrer. Miró el reloj y vio que aún era temprano. Tomó las pilas que había dejado sobre la nevera para llevarlas a reciclar y metió algunas monedas en su bolsillo para comprar una cabezal de escoba nuevo. Fue tranquilo hasta el supermercado porque sabía que iba muy bien de tiempo.
Una vez que volvió a su casa, volvió a entrar en la cocina y se fijó en que el reloj marcaba la misma hora que cuando se había ido. Entonces cayó en la cuenta de que la energía de las pilas que había colocado solo habían durado unos minutos. Al consultar la hora no se había percatado de que el secundero se había parado de nuevo.
