
La taza
Tenía todo preparado para arreglar su taza favorita. Entre unas cosas y otras había dejado pasar el tiempo, pero por fin se había puesto seriamente con el asunto. En un lado había puesto los materiales que iba a utilizar para la reparación, los cuales eran arena, cemento y unos cuantos trocitos de alambre. En el otro lado tenía el agua para mezclar los materiales y las piezas a reparar, es decir, la taza y los trozos de asa que había logrado recuperar después del desastre.
Todavía recordaba con dolor como había sucedido todo. Estaba de pie escuchando música con sus auriculares puestos. Se inclinó para coger de la mesa su taza favorita porque quería beber agua. De repente, empezó a sonar una canción que le gustaba mucho. Dio un pequeño brinco y su taza se le resbaló sin querer de la mano porque no la estaba agarrando por el asa. La desdichada taza golpeó la mesa de madera con el asa, la cual se fragmento en tres trozos grandes y algunos minúsculos que no pudo recuperar. Paró de escuchar música y se quedó mirando tristemente a la taza rota y al agua que se había derramado sobre la mesa.
Siguió usando la taza después de aquello, pero se entristecía cuando miraba sus cicatrices y recordaba aquel accidente totalmente evitable. Sonrió pensando en que pronto la taza estaría de nuevo completa. Preparó la mezcla mezclando con agua tres partes de arena y una de cemento como si fuera a trabajar en una obra. Empezó colocando el trozo de asa que iba en la parte inferior del recipiente. Fue rellenando con la mezcla los huecos donde debían ir los trozos pequeños. Siguió por el trozo que iba en el medio. Reforzó la unión con los trocitos de alambre. Finalmente, colocó el trozo superior, rellenó lo que faltaba y quitó lo que había sobrado. Ahora solo le quedaba esperar hasta que la mezcla se hubiera secado bien y darle color a las partes donde había rellenado.