La pulsera
Salió a la calle antes de que amaneciera. Estaba muy concentrada en lo que tenía que hacer. Cuando estaba viajando en el metro, se acordó de pronto de su pulsera. Levantó su mano izquierda y vio que no la llevaba puesta. Entonces, una sensación de inseguridad la invadió. Siempre se ponía su pulsera antes de salir de casa. Pensó que tal vez la había perdido cuando iba caminando por la calle. Intentó organizar mentalmente las cosas que había hecho en su casa, pero no conseguía acordarse del momento en el que se había colocado su adorno. Sabía que debía seguir concentrada en sus cosas porque eran importantes, pero el recuerdo de su pulsera la dejaba intranquila.
Sus operaciones no fueron mal del todo, pero tampoco transcurrieron tan bien ella hubiera deseado. Volvió a casa un poco frustrada. Lo primero que hizo al llegar fue ir a buscar su pulsera al cajón de sus joyas con la esperanza de haberla dejado dentro. Para su sorpresa, allí tampoco estaba. Empezó a temer que efectivamente, la había perdido en la calle, por lo que probablemente tenía pocas posibilidades de volverla a ver. Sin embargo, no se rindió. Empezó a buscar ansiosamente por todos los rincones de su hogar.
Las horas pasaron y la desesperación empezó a apoderarse de ella. Volvió a mirar en los sitios en los que ya había buscado anteriormente pensando que tal vez no se había fijado bien. Se saltó el almuerzo porque quería encontrar su preciado objeto a toda costa. Revisó también en las escaleras, pero fue en vano. Salió de su casa y buscó por los alrededores. La noche llegó y decidió que era el momento de hacer una pausa. Preparó sin ganas algo muy sencillo de cenar, puso el plato en la mesa y se sentó en silla de la cocina. Al hacerlo, notó algo duro en el bolsillo trasero de su pantalón. Extrañada, sacó el objeto y vio con alegría que era su pulsera. Estaba tan concentrada en sus cosas aquel día que había guardado su tesoro y ni se había dado cuenta.
