La moneda
La moneda se le resbaló inexplicablemente de la mano, cayó al suelo y se fue rodando en dirección a la abertura de una alcantarilla que estaba cerca. Por suerte para él, se quedó sobre uno de los bordes de la rendija. Se agachó para coger la moneda con mucho cuidado para que no se fuera definitivamente por el hueco. Una vez que la tuvo de nuevo, decidió guardársela en el pantalón para que no le volviera a ocurrir aquello. Lo que no sabía era que el bolsillo donde se la había metido tenía un hueco enorme.
Al soltar la moneda, se volvió a repetir la misma situación, pero esta vez ya no tuvo tanta suerte. La pieza de cobre se perdió irremediablemente por la alcantarilla. Ese era el dinero que su madre le había dado para comprar el pan. Ahora tendría que regresar a casa con las manos vacías y sabía que se iba a llevar una buena bronca. Además, no era la primera vez que le pasaba algo así. Era muy despistado con las cosas y por más que se las repetían terminaba cometiendo los mismos errores una y otra vez.
Se dirigió a su casa arrastrando los pies y lamentando haber sido tan descuidado. De pronto, oyó una voz que lo llamaba. Era una anciana que había visto lo que le había pasado desde la otra acera. El muchacho se dirigió hacia ella. La anciana le dijo que le podía dar otra moneda si la ayudaba a llevar su compra hasta su casa. El chico aceptó encantado y cogió todas las cosas que tenía la señora. Estaba tan contento que quería llevarlo todo él. Se dijo a sí mismo que cuando tuviera la nueva moneda no la iba a perder por nada del mundo. La dama pareció leer sus pensamientos y le dedicó una sonrisa.
