
La fila
La fila era bastante larga y se movía muy despacio. Esto se sumaba al impacto del sol del mediodía sobre sus cabezas. Ella había pensado que la gente se cansaría de esperar y aquello se agilizaría un poco, pero no fue así. Ni una sola de aquellas personas había abandonado el lugar. Encima, los boletos que iba a comprar ni siquiera eran para ella, sino para unos amigos suyos. Le habían pedido ese favor porque tenían muchas cosas que hacer y temían quedarse sin entradas. Ella había querido hacerles ese favor de buena Fe.
En ese momento no se le ocurrió que tendría que esperar durante varias horas en una fila debido a la alta concentración de personas. Mientras estaba allí no quería pensar en nada, pero a medida que pasaba el tiempo se iba poniendo de mal humor. Recordó las charlas que el psicólogo había tenido con ella en las últimas sesiones. Estas se enfocaban principalmente en aprender a decir que no cuando fuera necesario. Ella era una de esas personas que se prestaban siempre para hacer un favor a quien lo necesitara. Aquello no era malo en sí. El problema era que siempre había gente que se aprovechaba de aquella situación. Y al final, ella se tenía que aguantar la rabia y callarse, lo cual no era bueno para su salud.
Pensó en dejar la fila e inventar una excusa para cuando le preguntaran por qué no había conseguido los ansiados boletos. Sin embargo, no era alguien que faltara a su palabra. Ya se había comprometido y ahora estaba decidida a cumplir. Pensó que la próxima vez tenía que ser fuerte y saber negar las cosas a tiempo. Sabía que alguien le pondría mala cara, pero se debía mentalizar para no sentirse culpable al negar los deseos de los demás.