
La espera
Metió la mano en la bolsa esperando encontrar algo, pero fue en balde porque ya estaba completamente vacía. Tenía ganas de seguir comiendo pero ya no quedaba nada de picar en su cocina. Se arrepentía ahora de no haber ido a comprar antes. Las tiendas estaban a punto de cerrar y ya no podría conseguir nada hasta el día siguiente. No le quedaba mas remedio que aguantar la espera.
Abrió su nevera buscando algo que pudiera preparar rápido. Solo había un muslo de pollo. Se lo pensó un poco porque sabía que iba a tardar un poco en cocinarlo. Al final, las ganas que tenía de comer lo convencieron. Sacó el solitario muslo y lo lavó un poco con agua después de tirar el paquete a la basura. Puso un pequeño caldero con agua a hervir a la máxima potencia, se sentó en la silla más cercana y se dispuso a esperar. Se fijó en su centro de mesa. Estaba compuesto por un cesto que simulaba ser una maceta y unas flores de plástico. Se notaba que ya estaba algo viejo. Llevaba tiempo pensando en cambiarlo pero hasta ahora no había encontrado ninguno que le gustara.
Por fin, notó como el agua comenzaba a hervir y se levantó. Espero un poco más con la mirada fija en el caldero y metió el muslo sin nada, pues quería hacer aquello lo más rápido posible. Puso unos granos de sal gruesa y tapó el caldero. Por suerte para él, quedaba todavía poco de arroz que había preparado al mediodía. De esa manera podría acompañar a su muslo. Lo sacó de su arrocera para ponerlo en un plato, le echó un poco de agua por encima y lo metió al microondas. Programó el aparato para cinco minutos, miró de nuevo el muslo y calculó que aún le faltaban veinte minutos.
Se sintió tentado de ir a la sala a ver la televisión mientras esperaba, pero recordó que la última vez que había hecho eso se le había quedado la comida. Se sentó de nuevo en la silla y continuó la eterna espera.