La espalda
Al agacharse para recoger el bolígrafo que se le había caído sintió un dolor agudo en su espalda. Se incorporó muy lentamente y se masajeó con su manos en la parte afectada para aliviarse. Las caídas que había sufrido cuando era joven le estaban empezando a pasar factura. Cada vez que sufría un episodio de este tipo, venían a su memoria recuerdos de otros tiempos en los que parecía ser invencible. Siempre se había dicho que no iba a arrepentirse de nada de lo que había hecho, pero el dolor le estaba empezando a hacer cambiar de opinión.
Se le quitaron las ganas de recoger el bolígrafo, así que decidió dejarlo ahí hasta que alguien más reparara en su presencia y lo colocara en su sitio. El problema era que no podría seguir completando su sopa de letras. Dejó la revista sobre la elegante mesa de cristal y se fue hasta su cuarto para empezar a hacer su maleta. Aún quedaba un mes antes de que se fuera de viaje, pero por su experiencia era mejor empezar a planificar todo con tiempo. Tomó dos pantalones de su armario y se agachó para meterlos en su maltratada maleta de viajes. Al hacerlo, volvió a sentir el dolor en su espalda con la misma intensidad que unos minutos atrás cuando estaba en el salón. Tiró los pantalones al suelo y se volvió a incorporar lentamente. Él hubiera preferido tener ese dolor en cualquier otra parte del cuerpo.
Se sentó en la cama desganado e intentó pensar en algo que le hiciera sentirse mejor. Resolvió que la música era una de las cosas que más lo animaba cuando pasaba por situaciones difíciles. Se levantó de la cama sin hacer movimientos bruscos y se dirigió hasta donde estaba su equipo de sonido. Vio que había un disco colocado, así que se limitó a darle al botón de reproducción. Empezó a sonar la marcha fúnebre de Chopin. Pensó que no era lo más animado del mundo, pero eso no quitaba que fuera una bella melodía. Se sentó de nuevo y se puso a escuchar el tema con los ojos cerrados.
