
La entrevista
Intentó calmarse todo lo posible antes de entrar en aquella oficina. Tocó en la puerta con decisión. Inmediatamente pudo escuchar la indicación de una voz femenina dándole permiso para pasar. Una vez adentro, fue invitada amablemente a sentarse. Se presentó y contó lo más importante en relación a sus datos personales. La entrevistadora le advirtió desde el principio que estaban buscando a alguien muy específico y con una experiencia de muchos años en el sector. Continuó diciendo que el puesto que había quedado libre era debido a que la persona que lo ocupaba se había jubilado. Se dirigió a dicha persona como alguien verdaderamente irreemplazable debido a sus capacidades laborales y personales.
Cuando llegó a este punto, la entrevistadora miró fijamente a su entrevistada y le dijo que iba a ser lo más directa y franca posible. Le preguntó si era capaz de tomar un puesto en el que debía tomar las decisiones correctas para el bien de la empresa en un período de tiempo extremadamente reducido. Antes de que la mujer pudiera responderle, ella le exigió que también fuera lo más sincera posible, pues de lo contrario lo único que conseguiría era provocar un prejuicio para la firma. Se perdería un tiempo muy valioso, el rendimiento económico se vería mermado y tendrían que empezar el proceso de selección otra vez.
Después de escuchar esto, la mujer se levantó de la silla decididamente. Le explicó a la entrevistadora que ya había pasado por todo tipo de situaciones límite en varias empresas y los resultados logrados por ella siempre fueron exitosos. Agregó que realmente no tenía necesidad de arriesgar su reputación una vez más. Sin embargo, le gustaban los desafíos y tenía el más absoluto convencimiento de que al final sobrepasaría todos los objetivos que se le plantearan. A la entrevistadora le gustó el tonó de decisión de aquella mujer y le dijo que la entrevista había acabado y que comenzaría a trabajar al día siguiente porque la empresa la necesitaba urgentemente.