La educación
Miró la inscripción que tenía su bolígrafo. No podía haberle resultado más apropiada para aquel momento. El número de teléfono estaba incluido. Tomó su viejo aparato para ponerse en contacto con la firma. Tuvo que esperar casi un minuto hasta que alguien le atendió. Cuando estaba a punto de cancelar la llamada, oyó una voz muy desganada que le preguntaba que quería. Se quedó tan impresionado con la falta de educación que necesitó un momento para reponerse antes de responder.
A pesar de la hostil recepción, saludó y dijo su nombre como si nada hubiera pasado. A continuación, comenzó a explicar el problema que tenía en su vivienda, pero no pudo terminar porque la persona que lo estaba atendiendo lo interrumpió de golpe. Le dijo de una forma muy tosca que en aquel momento todos los trabajadores de la empresa estaban ocupados y nadie podía hacerse cargo de su problema. Antes de que el interesado pudiera articular una sola palabra, la persona que estaba al otro lado le colgó el teléfono. El hombre quiso suponer que estaban muy bien posicionados en aquella empresa y con mucho trabajo para tratar así a potenciales clientes.
En vista del éxito obtenido, decidió ponerse en contacto con una firma que ya conocía. Él sabía que sus precios eran bastante elevados, pero se consoló pensando que por lo menos tenían educación al dirigirse a los que necesitaban sus servicios. Marcó el número y enseguida notó la diferencia. Se le atendió de inmediato y con buenos modales. Además, le preguntaron muchos detalles sobre el problema que tenía para saber el material que debían llevar y cuántos hombres harían falta para realizar la reparación. Una vez que recopilaron la información necesaria, le dijeron que los trabajadores llegarían a su hogar en el menor tiempo posible. El hombre dio las gracias y se despidió, aunque realmente le hubiera gustado seguir hablando con alguien tan atento y respetuoso.
