
La cámara
Colocó una microcámara que enfocaba justo a la entrada de su casa. Esta se hallaba puesta de tal forma que ni las personas mas perspicaces hubieran sido capaces de darse cuenta de su presencia. Además, no tenía necesidad de cables porque podía transmitir de forma remota a su computadora o a su teléfono. Solo tenía que preocuparse de cargarla una vez que se agotara su batería.
Ella no quería llegar a aquella situación, pero lo que había sucedido en las últimas semanas era demasiado grave como para seguir ignorándolo. Por lo visto, alguien se acercaba a su puerta a altas horas de la madrugada y tocaba el timbre de su hogar. Esto le provocaba siempre un buen susto. Cuando se asomaba a la ventana para ver quien era, no lograba distinguir a nadie. Además, se desvelaba completamente. A la mañana siguiente iba a trabajar cansada y de mal humor.
Sus compañeros de la oficina fueron los que le sugirieron la idea de la cámara cuando les contó lo que le pasaba. Al principio dudó de la efectividad de dicho aparato para resolver su problema, pero viendo que aquello se repetía cada vez con más frecuencia, decidió intentarlo. Consultó en varias páginas de internet y se decantó por un dispositivo que prometía una gran autonomía a pesar de su reducido tamaño.
Sentía curiosidad por saber quien era aquella persona que se empeñaba en molestarla y arrebatarle su preciando sueño. A la vez se mostraba enfadada porque no entendía como había gente que se dedicaba a perder su tiempo con tal de fastidiar a los demás en lugar de hacer algo de provecho.
Nadie vino a tocar su timbre la primera noche que la cámara estuvo en funcionamiento. La segunda tampoco. Pasó una semana sin que la volvieran a molestar. Ella empezó a pensar que el gamberro o la gamberra le había visto colocar el dispositivo y había desistido. Después de dos tranquilas semanas, su timbre sonó de nuevo. Ella se despertó sobresaltada como siempre. Entonces recordó que su cámara estaba funcionando y se frotó las manos. Por fin iba a descubrir la verdad.