
La blusa
Se apoyó en una pared sin darse cuenta de que estaba recién pintada. Cuando su amiga le avisó, ya era demasiado tarde. Su blusa tenía pintura blanca por la parte de la espalda. Decidió volver a su casa para meter la prenda en remojo y remover la pintura antes de que se secara. Por suerte para ella, se encontraba muy cerca de su vivienda. Le dijo a su amiga que se cambiaría rápido y que la esperara.
Se apuró para llegar a su piso esperando que no fuera muy difícil remover aquellas manchas. Lo primero que hizo al llegar fue coger un cubo de grande y llenarlo con agua casi hasta la mitad. Se quitó su blusa, miró el desastre y la metió en el agua. Probó a frotar y comprobó aliviada que la pintura salía con relativa facilidad. Siguió frotando hasta que desaparecieron por completo la manchas. Se acordó de que su amiga la estaba esperando.
Decidió dejar la blusa en remojo y se fue a su cuarto a ponerse otra. Le costó encontrar una que combinara con su pantalón, pero al final vio una aceptable. Se vistió, se miró al espejo durante unos instantes, dio el aprobado definitivo y se dispuso a salir de nuevo a la calle. Con aquellas prisas, le habían dado ganas de ir al baño, así que pasó por allí antes de bajar.
Finalmente, salió de nuevo para encontrarse con su amiga. Cuando llegó, se quedó sorprendida pues ella ya no estaba allí. Entonces sacó su teléfono de su bolso y vi que su amistad le había escrito. En el mensaje decía que, sin saber como había sucedido, ella también tenía manchas de pintura, así que había ido a su casa a cambiarse. La muchacha pensó que aquel no era el día de ninguna de las dos y le escribió a su amiga para decirle que la esperaría.