
El ventilador
El viejo ventilador se paró de repente y la habitación quedó en silencio. El hombre apartó la vista de la pantalla para contemplar como las aspas del aparato giraban cada vez más lentamente hasta detenerse. Tuvo una mala premonición. Intentó volver a poner en marcha el dispositivo, pero no fue posible. Su motor no olía a quemado y tampoco estaba funcionando al máximo antes de detenerse, por lo que mantuvo la esperanza de que la avería consistiera simplemente en un cable que se había soltado en el interior.
Resolvió ocuparse más tarde de aquel problema porque tenía que finalizar su presentación lo antes posible. Volvió a colocarse ante el teclado y continuó con su rutina. Oyó un ruido que procedía del suelo. Era el ventilador de la torre de su ordenador, el cual había empezado a girar más rápido. El hombre se dio cuenta de que el calor que hacía ese día estaba haciendo estragos en todos los aparatos. Eso lo animó a ir todavía más rápido porque no quería que nada le arruinara el esfuerzo que había hecho durante un semana. Para colmo, observó como le llegaba la notificación de un nuevo correo. No necesitó mirarlo para saber que se trataba de su jefe, el cual se estaría impacientando y querría saber cuando le iba a mandar por fin su parte del proyecto.
Por fin, terminó de alinear las fotos y el texto. Corrigió todo lo más rápido posible procurando que no le escapara nada a pesar de que sabía que eso no era una buena idea. Adjuntó los archivos en un correo y los mandó. A continuación apagó su computadora porque el ruido del ventilador lo estaba volviendo loco. Tenía la sensación de que la torre iba a despegar de un momento a otro. Le entristecía aquello porque el ventilador que realmente quería volver a oír era el que se le había detenido. Su fiel aliado durante tantos veranos. Se levantó y se dispuso a desmontarlo para examinarlo con más detenimiento.