El robo
La aguda alarma de un auto sonó de repente y le causó un susto tremendo. Inmediatamente, oyó unos pasos apresurados que se acercaban y vio a tres tipos que corrían. No le dio tiempo a apartarse para evitar que una de aquellas personas chocara contra él en su carrera. El sujeto se levantó muy rápido y siguió corriendo mientras que él se quedó unos instantes tirado en la acera. Después de unos instantes de confusión, el hombre comprendió lo que pasaba. Aquellos individuos habían robado algo del interior de un auto y ahora se estaban dando a la fuga.
Él se incorporó y caminó al sitio desde donde seguía sonando la alarma. De repente se paró y pensó que tal vez si lo veían cerca del lugar de los hechos podrían acusarlo de haber cometido el delito. Un dilema se planteó en su cabeza. Podía fingir que no había visto absolutamente nada y alejarse de allí para evitar cualquier tipo de problema o podía seguir acercándose al auto y esperar a que llegaran su dueño y las autoridades. Creyó que solo la segunda opción era la correcta. Fue hasta donde le indicaba el sonido de la alarma arriesgándose a parecer sospechoso.
Cuando llegó, vio que el auto tenía la ventanilla del conductor rota. Pensó que lo más probable era que hubieran empleado algún tipo de objeto para destruirla y llevarse algo del interior. De pronto, oyó una voz que gritaba y supuso que era el dueño. Se imaginó que se cabrearía mucho y optó por tomar una postura lo más calmada y colaborativa posible para que no pensara que había sido él quien había cometido el robo.
Aquella persona se fijó en el cristal de su auto y luego se acercó él con los puños cerrados y una mirada muy agresiva. El hombre le explicó tan rápido como pudo que había visto a los ladrones huir y estaba dispuesto a colaborar como testigo. Entonces, el dueño del auto lo miró durante unos instantes con cara de desconfianza. Finalmente, pareció creerle y le preguntó si ya había contactado a la policía para avisar del robo. El negó con su cara y sacó su teléfono para realizar la llamada.
