
El lápiz
Su lápiz ya se encontraba reducido a la mínima expresión, pero él quería aprovecharlo al máximo. Siguió aplicándolo sobre la hoja de papel con entusiasmo. Siempre había querido aprender a dibujar, y ahora que por fin había aprendido las nociones básicas, se sentía muy contento. La gente se reía de sus sencillos dibujos cuando él los mostraba, pero eso no le quitaba la ilusión. Ahora ya había dado el primer paso, que siempre era el más difícil. Sabía que después del largo camino del aprendizaje llegaría su recompensa, que para él no era otra que poder lograr dibujar con calidad profesional.
Recordó que ya le había pasado esto con otras facetas de la vida y se dio cuenta de lo complicada que llegaba a ser la mente humana en algunas ocasiones. Le gustaba sentir el apoyo de sus familiares y amigos cada vez que tenía un proyecto nuevo. Sin embargo, la mayor motivación le venía cuando de repente surgía alguien que le decía que no era capaz de hacerlo, o que él no servía para eso. Entonces, empleaba todos sus recursos, su esfuerzo y su tiempo para demostrarle al escéptico que él podía hacer cualquier cosa que se propusiera en la vida.
Miró su dibujo una vez más. Según su punto de vista, ya solo le faltaban algunos retoques para poder finalizarlo. Su lápiz ya estaba prácticamente agonizando. De repente, aquello se convirtió en un nuevo reto para él. Quería terminar su trabajo con la misma herramienta que lo había empezado. Realmente no tenía necesidad ninguna, pues había una papelería muy cerca de su casa, pero aquello era otra cosa que le servía para motivarse. Finalmente, terminó de repasar su dibujo. Lo miró de arriba abajo durante un rato muy largo para fijarse en las cosas que podía mejorar. Depositó su obra recién creada en el interior de una funda plástica con mucho cuidado y se fue a buscar un paquete de lápices nuevos.