
El columpio
Llevaba columpiándose un buen rato. Solo se oía el chirrido de las bisagras del columpio al ir hacia delante y hacia atrás. Estaba encantado de haber instalado aquel entretenimiento en el jardín de su casa. Los vecinos lo miraban con extrañeza, pues no era común en aquella región ver a una personas tan mayor jugando a columpiarse. Pero a él no le importaba lo que pensaran los demás. Se sentía feliz con su juguete y además le ayudaba a pensar.
Recordó lo mucho que le había costado instalar aquella construcción. Antes de pedirla por internet, había hecho una pequeña investigación para saber cual le convenía por facilidad de montaje, calidad y precio. Se fijó en un modelo que estaba muy valorado. Todas las opiniones decían que era muy sencillo de montar y además el proceso era muy rápido. Nada mas lejos de la realidad. Fue necesario incluso fijar la base del columpio al suelo con cemento. Finalmente, tuvo que pedirle ayuda a su cuñado porque la cosa ya se estaba demorando demasiado. Este último se quedo extrañado cuando oyó la idea por teléfono.
— ¿Qué vas a instalar un columpio en el jardín de tu casa? Pero si tu hijos ya son mayores — Le dijo su cuñado.
— Ya, pero es que me hace mucha ilusión — Respondió el interesado.
— ¿Seguro que esto no es broma? — Siguió insistiendo el otro.
— No, es en serio. Bueno, ¿me vas a ayudar o no? — Le replicó con impaciencia.
— Está bien. Como quieras. Pero cuando te aburras no te ayudaré a desmontarlo — Contesto finalmente el cuñado.
No se había aburrido en absoluto. Además, se estaba fijando que en su jardín todavía quedaba espacio para montar alguna otra cosa. Se le ocurrió que tal vez podría poner un tobogán. Cuando se le contara a su cuñado este pensaría que había perdido definitivamente el juicio. Pero no le preocupaba en absoluto. Llevaba toda la vida haciendo lo que los demás esperaban de él. ¿Por qué no podía hacer algo diferente al final de la misma?