
El bosque
Estaba sentado sobre un tronco caído con las manos sobre sus muslos. Se puso en pie de un salto. Caminó unos pasos y se volvió a sentar. No sabía cuanto tiempo había pasado allí, pero a él le pareció una eternidad. Tenía la sensación de haber andado en círculos todo el tiempo. Al meterse en el bosque, se había encontrado con un montón de gente, pero ahora que quería salir no había podido hallar absolutamente a nadie. No entendía como era posible que no pudiera encontrar el camino de vuelta. Al fin y al cabo, aquella zona no era tan grande. Había puesto en práctica todas las pruebas de orientación que conocía, pero todo fue en vano. Dio un grito de desesperación esperando inconscientemente algún efecto positivo. Sin embargo, su llamada quedó sin respuesta.
Oyó el crujido de una rama y se levantó de nuevo con mucha rapidez. Se dirigió adonde había escuchado el ruido para saludar al caminante que lo ayudaría a salir de allí. En lugar de eso, se encontró con un lobo. Se quedaron mirándose el uno al otro sin moverse. El animal no se mostraba muy amigable, pues le estaba enseñando los dientes.
El muchacho trataba de buscar una solución lo mas rápido posible. Pensó que tal vez podía darse la vuelta y echar a correr a toda velocidad. También se le ocurrió que podía irse a caminando muy despacio hacia atrás, puesto que probablemente la criatura tuviera tanto miedo como él. Si veía que no quería hacerle daño, tal vez le dejaría en paz. Otra cosa que se le ocurrió fue trepar a un árbol. Nunca había hecho tal cosa, pero pensó que siempre había una primera vez para todo, aunque esta vez no fuera el momento más adecuado.
Finalmente, decidió que una combinación de las dos últimas opciones sería lo mejor. Fue dando pasitos muy lentamente hacia atrás procurando no hacer movimientos que parecieran amenazantes. A su lado derecho había un árbol que parecía apto para poder escalarlo. El lobo no le quitaba la vista de encima. Se dijo a si mismo que ahora o nunca. Se giró y dio un salto sobre el árbol. Clavó sus uñas con fuerza y se movió hacia arriba lo mas rápido que pudo. Escaló hasta llegar a una rama suficientemente alta y gruesa. Se dejó caer sobre ella y respiró aliviado.
De repente, cayó en la cuenta de que si subía un poco mas arriba quizás podría ver la salida del bosque. Así lo hizo y pudo comprobar que era cierto. Ahora tenía un problema menos. Reparó en que sus manos estaban sangrando un poco por la agresica forma en la que se había agarrado al tronco al escalar, pero pensó que era lo menos malo que podía pasarle. Ahora, solo le quedaba esperar un tiempo prudencial hasta que el lobo se marchara lejos y podría tomar el camino de salida del bosque. Aunque de una manera poco ortodoxa, aquella criatura le había ayudado a encontrar la solución a su problema y se mostró agradecido con ella.