
Disfraz
Se disfrazó antes de salir a la calle. Desde que se había hecho famoso, la gente no lo dejaba en paz. Había días en los que tenía tiempo para charlar con las personas y sacarse fotos. Sin embargo, cuando estaba ocupado con sus asuntos, prefería pasar totalmente desapercibido. Aquel era uno de esos días, así que se puso un disfraz. Este estaba compuesto por una gorra, un bigote postizo y una gafas de sol bastante grandes. Aún cuando tomaba las máximas precauciones, notaba que los más perspicaces sospechaban de su presencia, pero seguía siendo mejor que ser abrumado por una masa incontrolable de personas. En ocasiones, también ocurría que veía a un familiar o a un amigo y no se atrevía a saludarlo o tenía que hacerlo susurrando por miedo a que alguien reconociera su voz y fuera descubierto.
Caminaba calle abajo con paso ligero. Necesitaba hacerse unas fotos para renovar su pasaporte, así que se dirigió al fotógrafo mas cercano. Cuando llegó al local, el dueño de la tienda le saludó y le preguntó que deseaba. El le habló de su pasaporte y enseguida pasaron al cuarto de fotografía. Allí, el hombre se quitó todas las cosas que se había puesto para disfrazarse. El fotógrafo se sorprendió al principio, pero luego le dijo que no hacía falta que le explicara nada, ya que sabía quien era y se podía imaginar como sería su vida diaria.
Cuando las fotos estuvieron listas, el hombre se volvió a colocar su disfraz. Le dio las gracias al señor de la tienda y se dirigió hacia la embajada. Supuso que al llegar allí todo el mundo lo reconocería, pues tendría que estar con la cara descubierta para poder identificarse correctamente, pero no le quedaba otro remedio. Tomó aire y se metió en el tranvía que lo dejaba cerca de su destino.