
El día
Las palomas perdieron el interés al ver que el hombre no les daba nada y se alejaron. Él seguía allí sentado sin terminar de asimilar lo que había vivido en un período de tiempo tan corto. Sabía que estaba muy cansado y debería irse a dormir, pero su mente se encontraba aún demasiado activada y sabía que le iba a ser imposible conciliar el sueño.
Se había preparado a conciencia desde que le contaron lo que iba a suceder, pues sabía iba a ser un momento muy especial. Sin embargo, todas sus expectativas se vieron superadas en cuestión de minutos. Hizo un esfuerzo enorme por apartar todos los problemas de su cabeza y concentrarse en su tarea. Durante el tiempo que había durado aquello, no había tomado ni un segundo de pausa. Ni siquiera había ido al baño. Para él era como si hubiera dado más de lo que su capacidad le hubiera permitido. No había cometido ni un solo fallo.
Las cosas habían salido extraordinariamente bien. No se había quedado con la sensación agridulce de otros días con mucha menos presión y muchos errores. Por unos instantes, deseo que todos las jornadas pudieran tener aquel nivel de perfección, pero después se dio cuenta de que aquel ritmo sería inaguantable. Era la excepción de aquel momento la que le había hecho dar todo de si.
Al igual que él, sus compañeros se portaron aquel día de manera extraordinaria. Dejaron de lado sus rencillas y sus discusiones y se concentraron para que todo pudiera salir mucho mejor que bien. La labor que habían hecho en conjunto era superior a la de cualquier otro día que pudieran recordar. Todos habían tenido su merecido descanso después de la agotadora jornada, pero el hombre sabía que ahora mismo se encontraban en la misma situación que él. No era tan fácil desactivar la mente y volver al modo normal