Cinco minutos

Cinco minutos. Imagen de Matvevna en Pixabay
Imagen de Matvevna en Pixabay

Cinco minutos

Un grupo de personas se dirigía hacia él pero no se atrevió a saludarlas porque no veía bien de lejos y pensó que tal vez no era la gente que estaba esperando. Continuaron acercándose hasta que al fin su vista pudo apreciar bien sus rostros y le permitió darse cuenta de que le resultaban completamente desconocidos.

Se encontraba indeciso. Cuando llegó allí y vio que el grupo no se presentaba a la hora convenida se prometió a sí mismo que esperaría solo cinco minutos más y luego abandonaría el lugar. Quería ser justo porque sabía que aquellas cosas pasaban de vez en cuando. Incluso las personas más puntuales podían sufrir un imprevisto en el momento más inoportuno. Una vez que pasaron los cinco minutos, decidió esperar otros cinco. También había experimentado en el pasado sobre eso. Se iba de un lugar porque se le acababa la paciencia y luego tenía que regresar porque la gente había llegado y lo avisaban por teléfono.

Así, fue contando el tiempo de cinco en cinco minutos hasta que percibió que llevaba dos horas en aquel sitio. Esta vez, ni siquiera le habían mandado un mensaje de disculpas. Se empezó a poner de mal humor porque se acordó de que había anulado otro compromiso más importante para echarle una mano de buena fe a aquella gente y ellos ni se molestaban en aparecer. Cogió su discreto maletín y levantó del asiento plástico para volver a su oficina.

Salió de aquel edificio rápidamente en dirección al aparcamiento. Su auto estaba un poco caliente por dentro porque le había dado el sol durante 120 minutos pero eso no le preocupaba en ese momento. Recorrió el camino de vuelta con su auto intentando mantenerse sereno porque sabía que no era bueno manejar enfadado. Después de unos largos veinte minutos de trayecto, llegó por fin a su lugar de trabajo y aparcó. Justo después de apagar el motor de su vehículo oyó el tono de un mensaje entrante en su teléfono. No estaba seguro de querer ver quien era. La curiosidad le pudo más y sacó su aparato. Era su tía y le preguntaba como estaba. Respiró aliviado porque no tenía ganas de volver a aquel lugar y tampoco tenía tiempo.

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