
Bolígrafo
El bolígrafo colapsó de repente y la tinta se esparció a través de su libreta. También llegó a la mesa. Miró su ropa por si le había salpicado algo, pero esta vez había tenido suerte. Mojó un paño en alcohol y limpió todo lo más rápido que pudo.
A continuación, se puso a buscar un nuevo bolígrafo con el que seguir escribiendo. Abrió varias gavetas pero no veía ninguno. Pensó que era bastante curioso que avistara bolígrafos por todos lados continuamente. Sin embargo, ahora que necesitaba uno, parecía que se habían escondido. Cuando estaba a punto de rendirse, se fijó en que una de las libretas que había dentro del primero cajón tenía una ligero bulto hacia arriba. Sacó dicha libreta, la abrió por la mitad y encontró el bolígrafo de recambio que necesitaba. Hizo el gesto de la victoria y se sentó de nuevo en su escritorio.
Comenzó a escribir, pero no se reflejaba nada en el papel. Aquel artilugio parecía no tener tinta. Miró hacia el techo con un gesto de resignación, pensando en lo que había hecho para merecer aquel castigo. Aplicó su aliento sobre la punta, pero fue en vano. Desmontó el bolígrafo para examinarlo. Su tubo de plástico estaba lleno. Pensó que tal vez el problema era que había estado demasiado tiempo sin usar y y se había atascado. Cogió la botella de alcohol que había aplicado para limpiar la mesa e introdujo con cuidado algunas gotas sobre el estrecho orificio del tubo.
Después de varios minutos de espera, escribió un garabato en la última hoja de su libreta. El alcohol pareció surtir efecto, pues el artilugio volvió a la vida. Volvió a montarlo y continuó escribiendo lo más rápido posible para finalizar su tarea, como si temiera que el bolígrafo se arrepintiera en algún momento y dejara de escribir.