Impuestos

Abel/ octubre 7, 2020/ Educación/ 0 comentarios

Cuando se convive en sociedad, resulta importante establecer un sistema que permita financiar y mantener las obras de las que se beneficiarán todos los ciudadanos. Como es sabido, algunas de estas obras son hospitales, escuelas o carreteras. La forma en que muchos gobiernos recogen el dinero de sus ciudadanos es través de la imposición de impuestos, valga la redundancia. En la teoría esto funciona muy bien, pero una vez más, la práctica es la que permite realmente apreciar las debilidades de este método.

El manejo de dinero ajeno siempre genera problemas. Cuánto mayor sea la cantidad que se mueva, más probabilidades hay de que las cosas no salgan como se esperaba en un principio. Si hablamos de la cantidad de riqueza que se junta con el aporte de cada persona, tenemos que esperar grandes dificultades.

Una de estas dificultades es la corrupción. El camino del dinero hacia los administradores es similar al caudal de un río del que se extrae agua para regar sembrados. Al llegar a la desembocadura, la cantidad no es la misma. Por si fuera poco, los mencionados administradores se sentirán tentados de tomar parte de lo recaudado. Esto es parte de la naturaleza humana. No existen políticos mejores o peores y no importa cuántas veces vayamos a votar para cambiar un gobierno por otro. Asumámoslo de una vez. La corrupción es inevitable.

El último recorrido de los impuestos tampoco se salva de estos inconvenientes. Hay un porcentaje de las obras públicas que tarda en inaugurarse mucho más de los planificado y anunciado. Otros obras quedan directamente sin terminar y existen proyectos que no funcionan o no sirven para nada. Curiosamente, siempre hay un pequeño de grupo de personas que sale beneficiado de estas situaciones. Todo esto fomenta que los ciudadanos desarrollen sentimientos como desconfianza, apatía, frustración o rabia.

Teniendo en cuenta que el sistema de impuestos ya lo usaban los romanos y que hasta la actualidad siempre hemos obtenido los mismos resultados, tenemos que empezarnos a preguntar si existe otra forma mejor de generar la financiación que un país necesita.

A favor de los impuestos se argumenta que todos tenemos que ser solidarios unos con otros porque tarde o temprano vamos a necesitar algo generado por el bien común. Sin embargo, la solidaridad forzada deja der ser solidaridad. Es algo que se hace con absoluta desgana. Incluso se recurre a la evasión. Aunque suene utópico, el nuevo sistema tiene que basarse en la participación voluntaria. Así, aprenderemos a ser verdaderamente solidarios. Sería algo similar a lo que se conoce hoy en día como crowdfunding, es decir, recaudación de fondos colectiva.

A través de internet, todos y cada uno de los ciudadanos podrán elegir la creación y desarrollo de las obras que consideren más importantes para su país y la empresas que las ejecutarán. Se seleccionarán las más populares. Solo se ejecutarán si se alcanza la cantidad económica estipulada y el dinero se transferirá a la cuenta económica de la empresa después de que esto ocurra. Sin intermediarios. Si no alcanza dicha cantidad en determinado tiempo, el dinero queda en manos de sus donadores.

Es obvio que este sistema tampoco es perfecto, pero si es más justo. Todos decidiremos lo que ocurre con nuestro dinero colectivo en lugar de darle la responsabilidad a un pequeño grupo de personas desconocidas. Celebraremos nuestros aciertos y aprenderemos de nuestros errores. Además, se acabarán las excusas y las ganas de culpar al otro.

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